viernes, 13 de abril de 2018

Humberto De la Calle y el centro

Por: Clara Inés Chaves R. (*)
La figura de Humberto De la Calle en la escena política como candidato a la presidencia de la república es importante y oxigenante, no solamente por su brillante hoja de vida sino por las propuestas sociales, liberales y reformistas que presenta en todos los renglones.
Es tanta la opción que tiene, que la misma clase política lo ha querido opacar y descalificar, lo que significa que el miedo a que la gente lo siga y a que se convierta en el presidente de los colombianos es enorme.
Como no tienen como atacarlo porque su honestidad es intachable, entonces le quieren cerrar el paso colocándolo de últimas en las encuestas y restándole la importancia que tiene.
Lo lamentable es que algunos colombianos se convencen en el resultado de unas encuestas que no tienen trascendencia alguna, pues lo que digan 1.200 colombianos no es lo que va se va a decidir por los 50 millones de ciudadanos; además todos sabemos que las encuestas son manipulables y tiran para el lado que más maquinaria se tiene en el momento. Esta es una táctica que usan los políticos con ayuda de los medios de comunicación para producir un efecto psicológico en la población, y hacer perder la esperanza en el mejor candidato o en el que les produce más miedo o escozor, de tal manera que cunda la desesperanza y los simpatizantes empiecen a irse equivocadamente al pie del árbol que más de sombra, en lugar de cerrar filas y luchar más por sus ideas e ideales.
A pesar del conejo que los congresistas de los rojos y el expresidente Gaviria le hicieron a su candidato, él se mantiene firme, y ha demostrado su liderazgo, pues siempre desde el inicio en esta campaña se ha mostrado coherente, trabajador, y emprendedor. Es algo que los colombianos deben reconocerle y es digno de admirar.
Un verdadero demócrata como él, es el que es coherente entre lo que dice y lo que hace, además se da la pela por su país y por el modelo de nación y de estado que quiere tener para el bien de toda la población colombiana.
Si bien es cierto que el Dr. De la Calle no necesitaba salir a la palestra pública, pues ya estaba por encima del bien y del mal, decidió ponerse la camiseta por el país, desafiar a la clase política; recordemos que no es un colombiano que viene de las élites, sino de la clase media y que por su dedicación y estudio ha escalado hasta haberse convertido en el funcionario estrella de los distintos gobiernos en los que ha desempeño alguna posición burocrática.
Su mente progresista, su enfoque social, su compromiso por la paz, los pobres, el desarrollo del país, lo han llevado a dar la pelea, solo o acompañado, y eso es lo que el pueblo debe reconocer de su carácter, de su liderazgo.
El problema es que como país nos hemos acostumbrado al populismo, a los gritos, a la violencia, al desafío, a las mentiras, a los engaños, a los insultos, a la mermelada, a las componendas y a la corrupción, de modo que cuando escuchamos a un De la Calle mesurado, prudente, tranquilo, serio pero contundente, no entendemos que ese estilo también es válido en los líderes que se caracterizan por su seriedad y no por su ímpetu populista.
Si bien es cierto que algunos colombianos veíamos esperanzados la alianza De la Calle-Fajardo como una ilusión de derrotar con la derecha, con la clase política que tanta deuda tiene para con los colombianos y el país, pues a ella le debemos, entre otros tantos males, la injusticia social, el conflicto armado, la debilidad de las instituciones democráticas, y la corrupción entre otros tantos males, pero esto no significa que no tengamos que unir esfuerzos para llegar a la segunda vuelta. En política nada está perdido, pues hasta en el último minuto todo puede cambiar.
Lo que es lamentable es que algunos congresistas de la colectividad roja, piensen más en sus propios beneficios que en su compromiso con el partido, con su candidato y con su país. Si todos se unieran en una misma empresa, el triunfo estaría asegurado, y quién quita que en la segunda vuelta, la tan anhelada alianza De la Calle-Fajardo sea un hecho real y se constituya en una victoria contundente para los del centro, quienes presentan propuestas serias, sociales y posibles para responder a la inmensa problemática que el país presenta hoy, gracias a toda la corruptela de la vieja y desprestigiada clase política que lastimosamente aún conserva el poder que se requiere para acabar con el estado.

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