Por
Gonzalo Duque-Escobar*
Sale de la Casa Blanca Trump, el primer
presidente de Estados Unidos en ser enjuiciado dos veces, tras la votación en
la Cámara de una moción en su contra con voto favorable de diez republicanos y
de todos los demócratas. Este segundo juicio en contra de Trump, que seguirá su
curso incluso habiendo terminado su mandato, requerirá de dos terceras partes
del Senado para declarar su culpabilidad; y de ser condenado, puede ser objeto
de una segunda votación, requiriendo esta mayoría simple, para que no pueda
ocupar cargos públicos e impedirle aspirar en 2024.
Mientras George Washington, uno de los padres
fundadores de Estados Unidos tras la aprobación de la Constitución de 1789, fue
el primer presidente del país y único mandatario que ha ganado en todos los
estados sin ninguna bandera partidista, el republicano George W. Bush se
destacó como uno de los mandatarios con legado negativo, y Barak Obama se ha
recordado como un presidente muy bueno. Similarmente, el republicano Theodore Roosevelt (1901-1909) y el
demócrata John F. Kennedy (1961-1963) aparecen entre los más notables, e incluso
el demócrata Truman y el republicano Reagan, aunque sobre esto divergen los
historiadores.
Ahora llega el Partido Demócrata, caracterizado
filosóficamente por el liberalismo moderno, afín a programas sociales,
protección del medio ambiente y apoyo a las minorías, con Joe Biden acompañado
de Kamala Harris la primera mujer que ocupa la vicepresidencia, lo que
explica el viraje favorable de Estados Unidos al Acuerdo de París sobre cambio
climático. Contrariamente, los
republicanos ideológicamente
se podrían catalogar de «conservadores laicos», practicantes del conservadurismo
fiscal, una doctrina defensora del libre mercado, enemiga de la intervención
del Estado, y de frontal oposición a socialistas y comunistas.
Cerrado el telón de un mandato polémico con connotaciones
fascistas, donde el desafío era permanecer vigilantes y resistir en medio del
caos y la incertidumbre, por el extremismo que caracterizó no solo su campaña
electoral hace cuatro años, sino también a su gobierno de sabor autoritario enfocado
en la prohibición de la inmigración musulmana, la construcción del muro en la
frontera con México, la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América
del Norte, y la derogación de las reformas financieras, entre otras pestes,
llega la calma de un mandato que arranca de forma opuesta, serena y amigable, a
cambiar las cosas.
Ya no veremos los desplantes y desprecio al
orden liberal internacional del gobierno americano observados en la guerra
comercial transatlántica de junio del 2018 contra la Unión Europea,
desconociendo la complejidad de un mundo menos cooperativo y con una creciente
rivalidad geoeconómica, agravada por la actitud aislacionista de Estados Unidos,
frente a unas instituciones multilaterales cada vez más débiles, máxime ahora
que la política China, con las “nuevas rutas de la seda”, apunta a invertir las
relaciones comerciales a nivel global.
Recordemos también que sin mucho esfuerzo la
asertiva China, pudo vencer a Estados Unidos en una guerra comercial impulsada en
2018 por Trump, quien quiso imponer aranceles de US$360 mil millones de dólares
a las importaciones de China, bajo el argumento de que las guerras comerciales
son buenas y fáciles de ganar, ya que allí perdieron los consumidores
estadounidenses pagando más por la vía de los aranceles.
Y aunque Estados Unidos, superando las 400 mil
víctimas mortales es el país más golpeado por el coronavirus en el mundo, Joe
Biden que respetará la dignidad de la Organización Mundial de la Salud OMS, ha
cambiado el tono de la Casa Blanca hacia la pandemia, con una política
sanitaria basada en decisiones soportadas en la ciencia y en la planificación. Recordamos
que para Trump la pandemia del Covid-19 en febrero, solo era una enfermedad
cinco veces más mortal que una gripe.
Aunque las políticas migratorias norteamericanas,
violatorias de los derechos humanos, no comenzaron con el presidente saliente
bajo su gobierno, alcanzaron dimensiones antes desconocidas de estigmatización
racial, cultural y de origen. Por fortuna con la nueva postura sobre migrantes
de Biden, no sólo la relación con Venezuela cambiará de enfoque, sino también
la política migratoria que sufrirá una reforma estructural, en beneficio de
miles de indocumentados que se regularizarán y de solicitantes de asilo cuyo
programa se había corrompido.
* Profesor Universidad Nacional de Colombia http://godues.weebs.com [Ref.. La Patria,
Manizales 2021-25-01] Imagen: Día uno en la era Biden - Portada-Time.
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