martes, 30 de julio de 2019

Guayacanal, la microgenética de la violencia



https://www.eje21.com.co 29 de julio de 2019

POR HUMBERTO DE LA CALLE

Allí nací y por allí crecí. Manzanaares, Herveo, Petaqueros. Leyendo Guayacanal, me confieso culpable de haber dejado pasar a mi lado el embrujo de esas tierras. Sin percatarme lo suficiente. Ahora es William Ospina el que con el hechizo de sus palabras me permite recrear la fascinación extraviada después en el asfalto de la ciudad, la literatura forense y la ordalía de violencia que todo lo impregna.
Pero además de la pericia literaria y el esplendor de la prosa, lo que quiero transmitir es una lección que imparte Ospina y que he deseado llamar la microgenética de la violencia.
«la violencia fue llegando de un modo imperceptible, y todas esas gentes que terminaron odiándose o temiéndose al comienzo eran vecinos y amigos, no sabían que pertenecer a partidos distintos fuera algo tan grave, tan imperdonable. Muchos solamente lo padecieron, pero algunos llegaron a creérselo, se dejaban arrastrar por la retórica facciosa de los directorios políticos y de los curas en los púlpitos, que convirtieron a los pueblos en calderos de intolerancia y de miedo, y a los vecinos de siempre en enemigos»
Así fue. Así es. En Bogotá se pedía no saludar a los que tuvieran corbata roja y en Montenegro, en Anserma, en Buga, los mataban. Y también morían azules en Norte de Santander, para ser honestos. Y ahora tenemos familias rotas, amistades destruidas girando, quién lo creyera, alrededor de la noble idea de la paz. Convirtiendo la paz en comodín de intereses y de ansias electorales.
Pero no hay que equivocar el análisis: millones desean castigo de manera genuina. Otros obedecen a una pasión inoculada. Pero no faltan quienes se nutren de la confrontación. Así como al terminar La Violencia, muy pocos pudieron reclamar sus tierras despojadas, -la palabra víctima no se pronunció en Sitges y Benidorm- así también ahora, so pretexto de defenderse, batallones punitivos produjeron una expoliación de tamaño bíblico. Además, en danza macabra, ahora mueren muchos de los que reclaman. Y los cerebros simplemente se oponen a doblar la página y se resisten a la recuperación de las tierras arrebatadas. Algunos por angurria. Otros porque sus tierras juegan un papel criminal.
¿La verdad para qué? me dijo un exministro. Es más eficaz el olvido. No lo creo. Las víctimas pregonan una súplica que se declina en clave de lamento. Un ansia de verdad sin la cual no es posible pasar la página. Paz sin verdad ya no es posible. Ni justo. La familia de William perdió Guayacanal. La mía, Montecristo, tal era el nombre de la finca. Ellos como nosotros recalamos en Pereira, tierra grata a los desplazados. Y creímos cancelar la pesadilla, pero solo para pasar a otra de más de 8 millones de víctimas y 7 millones de desalojados.
Eso es la que queremos superar. Con verdad, con reparación y con una justicia que convoque a todos. Por esa marchamos el viernes. Por la reconciliación.
Por esa seguiremos trabajando hasta el final de nuestros días. No abrigo resentimiento. La pérdida de la chagra de mi padre ya es apenas una historia literaria. Ni cuando los liberales odiaban a Álvaro Gómez, llegué a abominarlo. Tampoco lo intenté. Discrepamos sí, pero con respeto. Sin ningún odio será posible abrazarnos como comunidad nacional. Es el que odia el que perece preso de su odio como lo señaló Borges.

ENLACES AMBIENTALES U.N.:


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viernes, 26 de julio de 2019

De la paz querida a la paz caliente

El Espectador.
Por Diana Isabel Güiza Gómez*
A mediados de 2016, 42 académicos conformaron La paz querida con el fin de expresar su apoyo a la salida negociada al conflicto armado colombiano y generar una masa crítica que desatara los cambios culturales y sociales para la paz. El nombre de este grupo ilustra la esperanza de muchos entusiastas en ese momento, entre quienes me incluyo. Con la paz, decíamos, lograríamos un dividendo humano, democrático y hasta económico. La guerra no solo ha causado la pérdida de miles de vidas humanas y un dolor profundo en las víctimas, sino también ha debilitado nuestra precaria democracia y drenado los recursos de la inversión social. Buena parte de los males de este adolorido país serían entonces resueltos, o al menos aliviados, con el acuerdo de paz celebrado entre el Estado colombiano y la ex guerrilla FARC-EP.
Con la pérdida del plebiscito, que mostró un país con heridas abiertas y altamente polarizado, esas promesas de la paz querida se han reducido a una paz minimalista, como algunos la han calificado: a pesar de los significativos logros de la dejación de armas de las FARC-EP y su transformación en partido político, así como el andamiaje institucional en función de las víctimas, las reformas en tierras y participación política reportan resultados tímidos. De acuerdo con el segundo informe de Kroc Institute, a 31 de mayo de 2018, la reforma rural integral y participación política arrojaban números rojos: 50% y 57% de compromisos no iniciados, respectivamente.
Me temo (y espero estar equivocada) que transitamos a un ritmo acelerado de una paz minimalista a una paz caliente, retomando la expresión usada por el profesor Francisco Gutiérrez en su columna de hace dos semanas. Me explico. En el contexto de la desmovilización de la guerrilla y la oferta de justicia transicional, los territorios enfrentan el aumento escalonado de la violencia ante la ineptitud, y hasta falta de voluntad, del Estado para cumplir los compromisos de seguridad, tierras y participación política del acuerdo de paz. A eso se suma el regreso del discurso antiterrorista que sustentó la política de seguridad democrática de Álvaro Uribe Vélez, cuyos costos en derechos humanos son bien conocidos, y que el gobierno y su partido, el Centro Democrático, buscan legitimar popularmente.
Es indudable que uno de los principales réditos del acuerdo de paz es la disminución sustantiva de homicidios y desplazamiento forzado. Sin embargo, la ola de la violencia contra líderes sociales y defensores de derechos humanos, así como excombatientes, es alarmante. Desde la firma del acuerdo de paz, 85 excombatientes han sido asesinados, según Misión ONU. Entre el 21 de noviembre de 2016 y el 31 de julio de 2018, la Comisión Colombiana de Juristas y otros centros de estudios reportan que 343 líderes sociales y defensores de derechos humanos perdieron la vida.
Estas cifras aumentan significativamente desde el cambio de poder político en el Congreso y la Presidencia: entre marzo y diciembre de 2018, fueron asesinados 45 excombatientes, de acuerdo con los datos de Misión ONU, y alrededor de 165 líderes sociales, según Indepaz. Las zonas que más reportan casos son Antioquia, Caquetá, Cauca, Córdoba, Nariño y Norte de Santander. Los informes revelan que esta persecución violenta tiene como blanco a quienes, desde las regiones, le apostaron a esa paz querida, esto es, los promotores de la restitución de tierras y sustitución de cultivos, en territorios que antes eran controlados por la guerrilla y el Estado ha sido incapaz de copar.
Es entonces claro que esta nueva ola de violencia es un muro de contención a los intentos de redistribución de bienes preciados como la tierra y poder en el nivel local, que prometía la paz. Con mi colega Alejandro Rodríguez ahondaremos en este punto, en una próxima entrada en La Silla Vacía. Hay distintos factores entrecruzados que pueden explicar el recrudecimiento de la violencia en las regiones, tales como la disputa territorial entre actores armados que no fueron desarticulados en el proceso de paz o hasta la reacción violenta de las élites (backlash elite).
La experiencia comparada demuestra que, en los procesos de democratización local, los movimientos sociales acceden a beneficios materiales y políticos, lo cual causa la reacción feroz de las élites rurales antirreformistas, así como actores armados, y esta, a su vez, conlleva al resurgimiento de la confrontación armada y el recurso a la solución militar. Al final, la democratización es revertida por la recentralización del poder. Así ocurrió en Filipinas, Perú en los ochentas y Colombia en el cambio constitucional del 91, como lo relata Leah Caroll, en democratización violenta.
En este contexto, la voluntad del gobierno y su partido por frenar la ola de violencia e impulsar las promesas transformadoras de la paz parece enrarecida. Cuando era oposición, el Centro Democrático atacaba al proceso de paz por rendir impunemente el país a los pies del terrorismo. Desde esa orilla, esa fuerza política construyó un discurso de fracaso anticipado de la paz que, hoy en el poder, se propone volver realidad, pues no muestra real voluntad para frenar la violencia ni para aterrizar la paz en los territorios. Por el contrario, sus esfuerzos parecen encaminarse a “calentar” la paz con el posicionamiento de un discurso guerrerista y el paulatino reemplazo de la agenda social de la paz por la estrateguia militar.
*Investigadora del Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad- Dejusticia y profesora de la Universidad Nacional de Colombia.

"La paz se construye con verdades": Francisco de Roux

La Patria.
"La paz se construye con verdades": Francisco de Roux
Viernes, Junio 21, 2019
Diana Lorena Gutiérrez
LA PATRIA | MANIZALES
"Salir de la violencia y construir nación conversando es lo que necesita el país", fue la principal conclusión de la Cumbre de la Paz Querida Capítulo Caldas, a la que asistieron unas 100 personas ayer en la Universidad de Manizales. El invitado especial fue el sacerdote jesuita Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad, creada en noviembre de 2018.
A principio de año se creó La Paz Querida Capítulo Caldas, extensión del grupo que nació en Bogotá y que apenas presentaron ayer en sociedad durante el conversatorio en el que se propuso además la instalación de una Casa de la Verdad en Manizales. Ya existen en La Dorada, Pereira y Medellín.
El jesuita vio viable la propuesta, si una universidad de Manizales apoya la iniciativa. A continuación algunas apreciaciones de De Roux.
Se firmó la paz, pero...
Se firmó la paz a finales de noviembre del 2016, pero siguen los asesinatos de líderes y las disidencias. Hay autodefensas y narcotráfico. El acuerdo de paz ha producido cambios, pero no sabemos qué fue lo que pasó inicialmente. 8 millones 756 mil personas fueron victimizadas y las llamamos sobrevivientes . Todo es parte de nuestra verdad , pero por qué hay falsos positivos, masacres y desapariciones; por qué nadie se manifiesta; por qué nos quedamos quietos, qué nos pasa como sociedad. Necesitamos una conciencia clara de qué fue lo que pasó y cómo nos afecta, y además qué vamos a hacer para que esto no continúe.
La mejor forma de demostrar respeto al otro es decir la verdad. La gente quiere respuestas, sobre todo en los temas del conflicto: ¿quién ordenó y por qué? son solo algunas dudas de las víctimas. Hay que aclarar las cosas, pero no lo podemos hacer solos. Estas conversaciones son el primer esfuerzo.
¿Qué hace la Comisión?
La Comisión de la Verdad no hace juicios personales sino éticos y políticos . Tiene tareas:
-Dignificar a las víctimas en el país .
-Invitar a responsables a reconocer responsabilidades (ya se hizo con las Farc y paramilitares, esperamos hacerlo con la presencia de militares y terceros ). Por ejemplo, cuando Alemania reconoció que era una nación de criminales con una guerra en la que murieron 600 millones de civiles , recuperó su dignidad . Eso esperamos de Colombia.
-La tercera tarea es la convivencia en los territorios . Cómo podemos convivir con personas que pensamos distinto. Dios nos puso juntos, si no nos reconciliamos no hay manera de vivir.
Esclarecimientos de procesos en Caldas
No conozco el desarrollo de los procesos, pues la encargada es la JEP. Ellos son los que se encargan de la verdad jurídica. Sé que hay vinculados militares, guerrilleros y paramilitares de todo el departamento, pero no tenemos cifras. Esperamos tener una sede de la Comisión de la Verdad en Manizales para entender la verdad política y ética del Departamento.
Su posición frente al asesinato de líderes sociales
Es de las cosas en las que estamos más comprometidos, tenemos la obligación de trabajar por la no repetición y asesinato de líderes. Una vez vista la verdad tenemos que pensar en qué vamos a hacer para que esto no siga entre nosotros;, es decir, la responsabilidad de la no repetición . Pensamos en propuestas para desaparecer el narcotráfico y cómo vamos a crear las bases de una economía suficientemente limpia.
De las disidencias de las Farc
Estoy convencido de que el proceso de paz de las Farc es irreversible. El Estado trabaja actualmente con eficiencia, con 11 mil desmovilizados. El número de personas desertadas es de 12 mil 300, según lo que sabemos.
Sus conclusiones
- El problema de Colombia es cultural y espiritual.
- Tenemos el sentido de la dignidad desecho .
- Este país le tiene miedo a las preguntas de fondo, por eso las explicaciones no quedan claras.
- La verdad nos ayuda a comprender.
- No pueden ser verdades para sentar odios sino para saber quiénes somos
- La paz se construye sobre la verdad, es un principio de la ética.
- La paz de la felicidad es la búsqueda de la felicidad respetando la libertad de los otros
- La paz de la justicia es cuando tengo derechos, no pido regalos. Pido justicia. La gente pide sus tierras, las que le pertenecen y de donde la sacaron.