miércoles, 29 de noviembre de 2017

De la calle a las regiones

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Por: Gonzalo Silva Rivas
NOTAS AL VUELO

Dentro de la espesa gama de candidatos y precandidatos a la Presidencia de la República el único que parece montarse en el bus del turismo es el ungido aspirante liberal, Humberto de la Calle Lombana. Hace unos días, en entrevista por televisión, perfiló la importancia del sector, resaltó su crecimiento y destacó las especiales características que tiene el país para competir dentro del ámbito mundial en turismo de naturaleza, sin menoscabo de las políticas de preservación y protección de este valioso recurso.
Tradicionalmente el tema turístico no figura en la agenda de las campañas presidenciales y como consecuencia poco se focaliza en el centro de gravedad de los programas estratégicos del Estado. Solo hasta ahora, en estos últimos años, empieza a recibir señales de alerta, gracias a la coyuntura generada por el acuerdo de paz con las Farc, que lideró el mismo De la Calle, y trajo un clima de sosiego al país, que permitió un incremento en el turismo interno y externo.
Durante el quinquenio de negociaciones en La Habana, y al ritmo en que bajaba la intensidad del combate, el número de turistas en Colombia se incrementó en un 60 por ciento, impulsado por las buenas noticias, que dieron paso a que el país incursionara en el sonajero de las revistas internacionales como alternativa de viajes. El salto dado, por ahora, ha sido cuantitativo. De menos de dos millones de turistas provenientes del exterior, registrados en la década pasada, se subió a un techo de cinco millones de visitas.
Volviendo al candidato, su incursión en los terrenos turísticos no resulta nueva. Siendo ministro de Gobierno, en 1993, cuando volcaba su atención en la reglamentación legal de la Constitución del 91, de la que también fue artífice, se dirigió a la Asamblea General de Anato, celebrada en la isla de San Andrés. Allí, ante una concurrencia de empresarios, empobrecida y desalentada por el terrorismo del narcotráfico, filtró las primeras puntadas de sus tesis sobre la relación entre la paz y la industria de los viajes.
A través de un documento oficial, De la Calle identificaba la violencia multiforme que carcomía las entrañas del país como el cáncer de la industria. Opinaba que el Gobierno debía enfrentarla y derrotarla. Y mientras al narcotráfico le exigía el sometimiento, a la guerrilla —que nadaba en río revuelto— le planteaba la opción de un diálogo ceñido al orden jurídico y constitucional, objetivo que cristalizó 23 años después, un 24 de noviembre, tras largo forcejeo con las Farc. 
Para el ministro los problemas de seguridad, sumados a la estrechez de oferta y a las complejas restricciones de infraestructura turística, eran limitantes que impedían hacer del turismo una industria líder en el desarrollo de la economía. El ahora candidato tiene claros los progresos y las dificultades y sabe que implementar una política turística planificada y con visión estratégica es una necesidad. El posconflicto deberá llevar presencia oficial hacia la Colombia olvidada e impulsar la actividad mediante el incentivo a la inversión y la articulación de todas las instancias intervinientes del Gobierno. 
El turismo es un actor determinante para el crecimiento económico y la construcción de la paz. Hoy ocupa el segundo lugar como productor de divisas, después del petróleo, y oscila en la escala del 6 por ciento entre los componentes del PIB.
Los recursos de la guerra deberían revertirse en el desarrollo de las zonas escenario de violencia, en infraestructuras física, vial y de servicios; productos turísticos, capacitación de comunidades locales y oportunidades de trabajo. El ecoturismo sería aliado en beneficios socioeconómicos y —como valor agregado de la oferta turística— cabecera de puente para posicionar al país como referente en la industria. Su contribución al desarrollo rural propiciaría entornos sociales de confianza y solidaridad, sanaría heridas y mitigaría los profundos daños que las Farc provocaron en comunidades y medio ambiente.
Ojalá los demás aspirantes saquen también sus cartas. El candidato liberal es el primero en el partidor, convencido de la importancia de poner para el disfrute de colombianos y extranjeros el potencial de naturaleza, perdido durante 53 años. Llevar el turismo de la calle de nuestros tradicionales polos turísticos a los caminos de las regiones marginadas será una gran noticia, así estos —agujereados por el olvido estatal— se encuentren aún sin pavimentar.

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martes, 28 de noviembre de 2017

¿Por qué De la Calle?


Guillermo Calvo MaheFollow
Nov 17








Debo al inicio confesar que para mí, un retornado de la diáspora colombiana, el logro de acuerdos que intentan desarrollar una paz justa y duradera es transcendental y que creo que lo acordado se tiene que cumplir en un supuesto estado de derecho. También confieso que mucho admiro al Señor Humberto De la Calle Lombana por su rol en el desarrollo de los acuerdos de paz vigentes y creo que él es la mejor persona, como presidente de Colombia, para lograr el éxito de las aspiraciones que dichos acuerdos reflejan. Pero no será por eso que votaré por el este domingo en la consulta abierta del Partido Liberal para la selección de candidato a la presidencia el próximo año.

Para mi existe un tema mucho más primordial, mucho más fundamental, mucho más esencial, el tema que se encuentra como causa básica de la gran mayoría de nuestros problemas, incluso los que los acuerdos de paz buscan resolver. Ese tema, como la gran mayoría de nosotros sabemos, es la corrupción política y económica que domina este paraíso incoate.

No se encuentra candidato, partido o movimiento político que afirme que apoya a la corrupción aunque como casi todos sabemos, la enorme mayoría de los funcionarios políticos y públicos de este país, y de casi todos los países, están profundamente involucrados en ella. En Caldas, solo debemos ver como nuestro gobernador acaba de despedir a más de cien funcionarios públicos en una supuesta restructuración, funcionarios en muchos casos con más de diez años de servicio, para remplazarlos con sus nuevos aliados políticos, en muchos casos recomendados por representantes del Partido Cambio Radical, o con otros amigos o amigos de amigos de la dirigencia departamental de ese partido, y no solo despedirlos, sino obstruir su acceso a derechos relacionados, como son sus liquidaciones puntuales, etc. Pero ese es solo un ejemplo entre miles y miles y miles.

En un encuentro el año pasado en la Universidad Autónoma de Manizales organizado por el Colectivo de Ciudadanía Activa y el Programa de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales del cual en ese entonces yo era coordinador, las Senadoras Paloma Valencia del Centro Democrático y Claudia Lopez de la Alianza Verde, ambas actualmente aspirantes a la presidencia de Colombia, diferentes en casi todo, acordaron que el mayor problema enfrentando a Colombia era la corrupción y se comprometieron mutuamente a luchar para minimizarlo. La verdad es que lo mismo dicen todos los actuales aspirantes a la presidencia, incluyendo al Señor De la Calle. Algunos posiblemente creen lo que dicen. Muchos lo dicen en forma cínica. Pero solo uno ha demostrado en forma real que no obstante lo que le cueste personalmente, no tolera la corrupción.

Hablar es importante pero actuar, mucho más.

Humberto De la Calle Lombana, vicepresidente de la Republica renuncio a su cargo el 8 de septiembre de 1996 por no tolerar la corrupción aunque fuera de su propio partido, de su propio jefe, el Señor Presidente. No lo hizo, como hace poco lo hizo el ex vicepresidente y actual aspirante a la presidencia, Germán Vargas Lleras, para acceder al cargo de presidente luego cínicamente rechazando los hechos y las políticas más fundamentales de su administración, sino sacrificando su carrera política por el bien de nuestra Patria. Una enorme diferencia, una diferencia transcendental, una diferencia que escaza vez ocurre en el mundo una vez en un siglo.

Sin duda, Humberto De la Calle Lombana es la persona más preparada para ejercer la presidencia. Además de vicepresidente ha sido Registrador Nacional del Estado Civil. Por un breve período fue Magistrado de la Corte Suprema de Justicia en 1986 cuando aceptó la invitación de su presidente, Fernando Uribe Restrepo, para recomponerla tras la trágica muerte de varios de sus magistrados en la toma de 1985 a manos del grupo guerrillero M-19. Posteriormente fue asesor del Presidente Virgilio Barco y consultor de las Naciones Unidas en temas electorales. En 1990 fue designado Ministro de Gobierno por el entonces presidente César Gaviria, cargo desde el que ejerció la representación directa del gobierno en la Asamblea Nacional Constituyente de 1991. En 1992 De la Calle fue elegido como Designado Presidencial por el Congreso. De La Calle se convierte en el primer Vicepresidente de la República a partir de la Constitución de 1991 y el primero desde 1905, siendo al mismo tiempo designado como embajador de Colombia en España. Fue Ministro del Interior del presidente Andrés Pastrana (2000–2001) y fue Embajador de Colombia ante la Organización de Estados Americanos. Todos conocemos su rol como negociador principal del gobierno en las negociaciones con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Rara vez en la historia, no solo de Colombia sino del mundo, ha llegado una persona más preparada para ser encargado de un gobierno durante tiempos precarios.

Pero no es por eso que votaré por el Señor De la Calle este domingo y luego, en las elecciones presidenciales si los electores este domingo ejercen su rol con la sabiduría debida.

Es porque Colombia tiene que superar su histórica corrupción y nadie más que él ha demostrado en forma tan tangible su compromiso hacia ese reto. Sin eso los procesos necesarios para lograr la paz, la equidad y la justicia serán, como tantas veces lo han sido y como demasiados colombianos ahora sospechan, un fracaso. Entonces, esté usted o no de acuerdo con los acuerdos de paz vigentes, crea o no que merecen cumplirse, hay solo una persona en este instante histórico que merece nuestra confianza total para buscar, encontrar e implementar las políticas necesarias para entregarles a nuestros descendientes el país al cual todos aspiramos.

No soy creyente, lo confieso, aunque tampoco ateo. Como supuestamente dijo Sócrates, “lo único que sé es que no sé”, por lo manos sobre lo religioso. Pero si hay una Divinidad, un Dios, ha puesto la solución para muchos de nuestros más serios problemas en nuestras manos.

Y esa solución tiene un nombre.

Y ese nombre es Humberto De la Calle Lombana.

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© Guillermo Calvo Mahé; Manizales, 2017; todos derechos reservados

Guillermo Calvo Mahé es escritor, comentarista político y académico residente en la República de Colombia. Aspira ser poeta y a veces se lo cree. Hasta hace poco presidía los programas de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Manizales. Tiene títulos académicos en ciencias políticas, derecho, estudios jurídicos internacionales y estudios de traducción y puede ser contactado en wacalvo3@autonoma.edu.co o guillermo.calvo.mahe@gmail.com. Gran parte de su escritura está disponible a través de su blog en www.guillermocalvo.com.


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