lunes, 4 de junio de 2018

El territorio del río Grande de la Magdalena


Por: Gonzalo Duque-Escobar*
RESUMEN: Una declaratoria que priorice al río Magdalena como uno de los escenarios más representativos en la historia del país, debería partir del concepto del territorio como sujeto de derechos. Si su cuenca es el hábitat donde se dan nuestras relaciones con el bioma andino tropical, también el río, pese a haber sido fundamental como ruta de acceso para la ocupación del territorio, y como medio para la consolidación de la nación durante el siglo XIX, hoy víctima del olvido, se encuentra  degradado y contaminado. Amparar sus derechos ambientales, es darle primacía a sus 30 mil pescadores, y a los humedales y bosques secos que lo circundan, no sólo para ponerle límites a las intervenciones que buscan  establecer un canal navegable para que no alteren su vaguada ni los humedales como ecosistemas vitales, sino también para ordenar el cumplimiento de las acciones que demanda su recuperación integral.
.
Yuma (“río amigo”) o Huanca-hayo (“río de las tumbas”), bautizado en 1501 por Bastidas Río de la Magdalena, fue a lo largo de cuatro siglos y medio el principal medio de transporte en Colombia y el eje de desarrollo nacional. Jiménez de Quesada, lo remontó hasta Barrancabermeja, desde donde penetra las montañas del Opón, para subir al altiplano y fundar Bogotá. Posteriormente, bogas en champanes, en extenuantes jornadas de hasta dos meses remando en dirección aguas arriba, suben y regresan para transportar cientos de personas que en el proceso de ocupación y consolidación de la Nueva Granada, deben soportar la inclemencia del ardiente clima y la incomodidad del viaje.
El río Magdalena que nace en el extremo suroccidental del país, a 3.685 metros de elevación, en el Páramo de las Papas, recorre 1.528 km de los cuales 900 km son navegables, hasta desembocar en Bocas de Ceniza sobre el mar Caribe. Como parte de la cuenca Magdalena-Cauca que con el 75% de la población del país, constituye el sistema de drenaje más importante de nuestra región andina, en su sinuoso recorrido esta juvenil corriente, se relaciona con 12 parques naturales nacionales, baña 20 departamentos, recibe entre otros tributarios al Cauca, su principal afluente, y también descarga parte de sus aguas a la Bahía de Cartagena por el Canal del Dique, construido en el siglo XVI para acceder por Calamar a Cartagena de Indias.
Los comienzos del desarrollo industrial en Colombia a principios del siglo XX, marcaron el inicio de la afectación ambiental asociada a la contaminación y la deforestación. Pero desde mediados del siglo XX, conforme se daba el crecimiento y la modernización del país, con el advenimiento del transporte aéreo y las carreteras, el río como medio de transporte se fue olvidando, y con la revolución verde impulsando la expansión de la frontera agrícola y propiciando los procesos de migración hacia los centros urbanos, también llegaron los impactos de la deforestación, la erosión, el descontrol pluviométrico y la contaminación, fenómenos que se expresan en sedimentos, descontrol hídrico y pérdida de ecosistemas. Esto sin mencionar las consecuencias sociales y económicas que de allí se derivan.
Dadas las condiciones geológicas, toda la parte media del río está constituida por un complejo sistema de humedales y un curso inestable; allí, los municipios ribereños en la mayoría de los casos, muestran bajas condiciones de vida y pobreza. El área de la gran cuenca, es de 257.400 km2; y aunque representa el 24% de la superficie del país y es el asiento de 32,5 millones de habitantes, según el Foro Ambiental Nacional, el 77% de su cobertura vegetal ha sido arrasada, el vertimiento de mercurio no para y el daño a páramos y humedales continúa.
La Ley 161 de 1994 constituyó Cormagdalena como una entidad corporativa especial, con presupuesto administrativo y autonomía financiera. Su misión, garantizar la plena utilización del río Magdalena; además de la navegación, la actividad portuaria, la conservación del suelo, la generación hidroenergética, emitir también lineamientos para la administración hidrológica, el manejo integrado del río, el uso sostenible y la preservación del medio ambiente.
Solo que las estrategias en lo corrido del siglo, para impulsar la navegación, abordar el complejo marco institucional, conocer y participar de la coordinación del sistema ambiental de la cuenca, han palidecido por múltiples factores, entre los cuales creo que sobresale la falta de un instrumento filosófico y jurídico de orden superior, para orientar la planificación de acciones y priorizar objetivos, mirando el río como un territorio sujeto de derechos bioculturales.
Es que el territorio, entendido como una construcción social e histórica, es un sujeto de derechos ambientales. Por ejemplo, siendo el Magdalena tierra de ranchos de hamacas, de chinchorros, de subiendas, de los vapores por el río y de la Expedición Botánica, de conformidad con las sentencias de la Corte Constitucional, que en 2016 y 2018 protegen al Atrato y al Amazonas, también al poseer derechos que amparen sus ecosistemas y a 30 mil pescadores de sus poblados ribereños, solo deberá ser objeto de una restauración que sea ecológicamente sólida y compatible con su cultura.
* Profesor Universidad Nacional de Colombia http://godues.webs.com Imagen: Rio Magdalena: Inundaciones rápidas y lentas según el PMC del Magdalena., Mapa de Cormagdalena  [Ref.: La Patria. Manizales, 2018/06/4]
Documentos de soporte 
TAGS: El río grande de la Magdalena, Yuma o Huanca-hayo, Historia del Magdalena, El Territorio del Magdalena, La Cuenca Magdalena-Cauca, Derechos bioculturales del territorio, Construcción social e histórica del territorio, el Magdalena como sujeto de derechos.

Humberto

Por HERNANDO SALAZAR PATIÑO 
Quiero hacer referencia al amigo, al paisano, al intelectual, al jurista, al caballero y al gran liberal que es Humberto de la Calle. Estas calidades son las que hacen que lo haya sentido siempre   cercano a muchos de mis mundos, los que muchas veces hemos compartido por más de medio siglo, y en los que seguiremos encontrándonos por los años que nos resten. Nada ha cambiado en él, por la coyuntura política que ha vivido y que acaba de terminar, la que no ha afectado ninguna de sus virtudes, sino que por el contrario, las ha abrillantado y enaltecido.
Con su elegancia característica, que es también, firmeza del carácter, ha cerrado su ejemplar campaña Humberto de la Calle como candidato. En ese cierre, me conmovió ver un par de jóvenes de cuyos ojos corrían lágrimas, al tiempo que agitaban  su pequeño pendón,   aun convencidos de que la frescura del pensamiento clásico,  por sobre sus primeras desilusiones, conserva intacta la esperanza.
Mientras que la gran ilusión que promete el cambio presto y radical, en el que han cifrado la suya los veinteañeros una y otra vez en la historia de solo este siglo, bajo la deslumbrante luz de una nueva y distinta, al descorrerse la máscara,  la autócrata soberbia del poder, mediante lo imprevisible o la arbitrariedad,  o la sangre, amputa las mejores esperanzas.
No voy a discurrir sobre el  comportamiento del partido liberal, porque éste tiene personas con la autoridad y la capacidad para hacerlo. No voy a caer en esa actitud vicaria, de calificar y descalificar grupos o partidos de los que no hacemos parte, con el fin de dividir o envenenar, y  con la que pretendemos mostrar una objetividad que no es otra que  la de lavarnos las manos.
Subrayo sí, la lealtad mostrada por Juan Fernando Cristo, un político que no es de mi simpatías, pero quien a pesar de haber sido el adversario en la consulta de De la Calle, de la que alegó que una mano pesada hizo inclinar la balanza, se mantuvo fiel a su compromiso de partido, y acompañó al candidato escogido desde el primero hasta el último día. Mi reconocimiento y mi respeto.
No compartí algunas de sus tesis, ni de sus posiciones, en esta jornada electoral, pero por sobre  ellas, aspiraba, deseaba o soñaba como caldense, valor que primaba en ese sueño, deseo o aspiración, que tuviésemos alguna vez el presidente que desde hace años merece esta comarca, por la inteligencia, el esfuerzo y la riqueza que le ha aportado al país.
Recuperamos al amigo, sobre todo  los pocos que como yo, nos alejamos cuando alguno de ellos llega a un cargo importante, y en mi caso personal, por cierta alergia al poder, a toda clase de poderes y de podercillos, para no dejarme avasallar por la inmensa cauda de los palaciegos que arriban como inesperados nuevos “amigos”, duchos desde “tiempo ha”, en las maneras, gustos y costumbres del nuevo jefe, y que dicen o hacen creer “que le hablan al oído” Qué asco.!
Vuelve Humberto a lo suyo, porque no va a hacer “mutis por el foro”, al contrario, vuelve al Foro, como el conocedor profundo del derecho que todos admiramos, a sus precisiones conceptuales y fundamentadas, a sus libros, ojalá a su columna periodística, pero si el liberalismo recupera al pensador, el país al defensor a ultranza de la paz firmada en un acuerdo construido gracias a su tesón, inteligencia, patriotismo y una nobleza no correspondida por el usufructuario inmediato, los que lo rodeamos –ya de vez en cuando por la distancia- comenzando por su familia, volvemos a tener su campechanía, su timidez, superada con frecuencia por la agudeza del apunte, su conversación espontánea y siempre lúcida, su amable pero acertada burla, su cultivada cultura,  y Colombia, la certeza  de que ha tenido y tiene un personaje de lujo, sin cálculos ni sombras, que le ha dado cuanto le ha pedido y al que siempre, como sus amigos, encontrará a discreción.

...
...
                     Documentos U.N.