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El pasado domingo 11 de noviembre, se cumplieron 100 años del fin de la Gran Guerra o Primera Guerra Mundial como se le denominó después, a esa confrontación bélica europea que empezó el 28 de julio de 1914 y que terminó el 11 de noviembre de 1918, que movilizó más de 70 millones de militares.
La paz que reinaba en Europa a comienzos de 1914 estaba cargada de amenazas, tensiones y enfrentamientos entre las grandes potencias mundiales, que se habían agrupado en dos grupos que a la postre resultaron enfrentados. Por un lado, la Triple Alianza (Austria-Hungría, Alemania e Italia), coalición inicialmente integrada por el Imperio alemán y el Imperio austro-húngaro por iniciativa de Bismark, canciller alemán, a la que se unió posteriormente Italia. Por el otro, la Triple Entente o Triple Inteligencia (Tercera República Francesa, el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda y el Imperio Ruso).
Las principales causas de esa guerra fueron, entre otras, la pugna en los Balcanes entre Austria-Hungría y Rusia por apoderarse de los territorios europeos del Imperio Otomano; enfrentamientos en África entre Alemania, Francia y Gran Bretaña por el dominio de las colonias y los deseos de revancha de Francia por la derrota en Prusia (1870 – 1871). Además, en 1914 se sentía en todo el mundo un temor por el desarrollo del movimiento obrero y el ascenso de la ideología socialdemócrata que buscaba promover la justicia social a través de la intervención económica y social en el marco de una economía capitalista, con el fin de garantizar el interés general y el Estado bienestar.
Podríamos decir que la principal causa de la Gran Guerra, fue el imperialismo, es decir, ese deseo de las naciones agrupadas en imperios por lograr la superioridad (autoridad) y dominación (poderío) de los pueblos, que trajo como consecuencia la desigualdad y la pobreza de los mismos. Pero, la “casus bellis” de la Gran Guerra, como se denomina en derecho internacional a la causa de la guerra, fue el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo el 28 de junio de 1914, lo que desató la ira del Imperio austrohúngaro en contra de Servia; confrontación bélica que produjo, según los analistas, 10 millones de muertos, aproximadamente, entre militares y civiles.
Después del armisticio, las fuerzas aliadas firmaron con Alemania el Tratado de Versalles, el 28 de junio de 1919, después de la Conferencia de Paz de Paris. La Primer Guerra Mundial dejó como resultado, i) la disolución de los imperios (alemán, austrohúngaro, otomano y ruso), ii) la formación de nuevos países en Europa y Medio Oriente, iii) la creación de la Sociedad de las Naciones, que luego se convertiría en la Organización de Naciones Unidas -ONU, después de la Segunda Guerra Mundial y iv) la desigualdad, la pobreza y el hambre que aún subsisten.
Al calor de la Primera Guerra Mundial, se fraguó también, la Revolución Rusa, que terminó con la creación del primer Estado socialista de la historia, la Unión Soviética, bajo el liderazgo de V. Lenin, después de la revolución de octubre, que había iniciado la última semana de febrero de 1917.
Hoy, 100 años después de terminada la Primera Guerra Mundial y después de 73 años de terminada la Segunda Guerra Mundial, soplan nuevos vientos de guerra entre las potencias mundiales a causa del nacionalismos imperante, sobre todo auspiciado por el presiente de los Estados Unidos, Donald Trump y Marine Le Penn en Francia o Matteo Salvini en Italia, por el calentamiento global, la pobreza, el hambre, la desigualdad, etc.
Para contrarrestar estos vientos, hoy necesitamos líderes sensatos que entiendan que el mundo debe girar en torno, ya no del capitalismo salvaje, que propende por el recorte de las obligaciones de los de arriba y los derechos de los de abajo, como lo proponen hoy en Colombia el presidente Iván Duque y su ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla con la mal llamada “Ley de financiamiento” con la cual pretenden gravar con el IVA la canasta familiar, sino que entiendan que el mundo debe girar en torno al multilateralismo como lo proponen E. Macron en Francia y A. Merker en Alemania, y al progresismo, basado en un capitalismo social, que propenda por la dignidad humana, pilar fundamental del Estado social de derecho.
Hoy, las consecuencias de la Primera Guerra Mundial, como la pobreza, el hambre y la desigualdad social, siguen vigentes, pero, sobre todo, persiste el temor a la ideología de la socialdemocracia, temor que se supera con un gran despertar colectivo a través de la lucha cotidiana de hombres y mujeres que tienen el poder de las ciudadanías libres de superar el destino que se les ha asignado, una “revolución socialista mundial”, como proponía V. Lenin en 1917. La ruptura entre izquierda y derecha son tema del pasado, hoy debemos apuntar hacia el centro, ese es la dirección correcta.
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